El desmantelamiento y el desprestigio que la administración Trump ha dirigido hacia la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a la que ha llegado a calificar de “asociación criminal”, resulta realmente inaudito e irracional.
Las declaraciones de Marco Rubio, que abogaban por mantener la ayuda a República Dominicana y Haití, fueron en vano, ya que sin excepciones se cancelaron repentinamente todos los programas.
Durante tres años, trabajé para USAID como consultor en programas relacionados con el VIH/SIDA y otros proyectos enfocados en apoyar a poblaciones vulnerables, incluyendo la equidad de género, la comunidad LGBT+, y migrantes haitianos.
En mi accionar también observé iniciativas para fortalecer la estructura de Salud Pública, la planificación familiar, así como proyectos turísticos y de transporte, como el 911, además de apoyar los procesos democráticos.
Se ha intentado demonizar a USAID por su apoyo a “Participación Ciudadana”, pero sin esa cooperación, probablemente no se habría podido desmantelar la corrupción que sostenía al gobierno del PLD y sus corruptos.
Por otro lado, algunos, especialmente dentro de ciertos sectores de las iglesias, celebran la cancelación de programas que buscaban reducir la violencia, el estigma, y la discriminación hacia la población LGBT+, en particular hacia hombres y mujeres trans.
El proceso de desmantelamiento de USAID fue vergonzoso, para algunos como un juego de video.
Dos jóvenes ingresaron a la sede en Washington exigiendo el control de todos los programas. Cuando fueron cuestionados, llamaron a Elon Musk, quien consiguió el apoyo de Trump para destituir a una treintena de dirigentes.
En un abrir y cerrar de ojos, tomaron el control de las comunicaciones y prohibieron cualquier contacto con sus contrapartes a nivel mundial. A pesar de los intentos de un juez por detener esta agresión, todos los programas fueron cancelados y su personal desvinculado, dejando perplejos a socios y colaboradores.
Durante décadas, USAID trabajó en más de cien países con el objetivo de salvar vidas, reducir la pobreza, promover la salud mundial, apoyar la estabilidad global y fortalecer la gobernanza democrática, entre otros.
Aunque el gobierno dominicano quizás no sienta tanto el impacto inmediato de estas decisiones, naciones como Haití y otras, especialmente en África, enfrentarán serios problemas para combatir la violencia y las epidemias.
Estados Unidos ha dejado de ser esa nación solidaria comprometida a ofrecer ayuda a otros países. “Con la administración Trump, todo se fue pal’ carajo”.