Con el anuncio de las deportaciones de haitianos, nuestro país vuelve a ser el centro de atención en el debate internacional sobre temas migratorios. Indiscutiblemente cada nación tiene el derecho de establecer sus propias leyes en esta materia. Sin embargo, la promulgación de la ley 168-13 ha complicado la situación de los inmigrantes y sus descendientes, por lo que es necesario un enfoque que priorice el respeto y la implementación de políticas dentro de un marco de los derechos humanos.
Afrontar el reto de deportar a 10,000 haitianos por semana es una tarea que podría presentar desafíos logísticos, y es importante considerar las posibles repercusiones tanto a nivel nacional como internacional. La narrativa que parece emerger sugiere la necesidad de que se aborden las complicaciones en Haití, pero debemos reflexionar si nuestra seguridad realmente está en riesgo y si es prudente aumentar el número de deportaciones de aquellos que buscan escapar de situaciones difíciles.
A nivel internacional, hay voces que han abogado por un enfoque más humanitario a la migración, y un consenso creciente que invita a reflexionar sobre cómo tratar a aquellos que huyen de la pobreza y la violencia. Además, es crucial no olvidar que hay dominicanos de ascendencia haitiana que, tras vivir aquí por generaciones, continúan enfrentando desafíos en el reconocimiento de su identidad y derechos.
En el contexto actual, es fundamental promover un ambiente de conversación y respeto, rechazando cualquier tipo de discurso que fomente el odio o la intolerancia. Los líderes de nuestra sociedad, incluyendo autoridades, figuras religiosas y representantes comunitarios, tienen un papel importante que desempeñar en la promoción de un diálogo constructivo.
Si nos proponemos reducir la migración, es indispensable abordar el tráfico en la frontera con medidas que busquen la cooperación y la comprensión. Las enseñanzas de Duarte y Juan Bosch nos inspiran a actuar con amor y compasión y solidaridad. Es importante estar alertas a cualquier forma de abuso que pueda surgir en este proceso, particularmente hacia segmentos vulnerables, incluidos mujeres y niños, tanto indocumentados como dominicanos de piel negra.
Esperamos que las deportaciones se realicen dentro de un marco que respete los derechos humanos. Asimismo, es relevante recordar que los dominicanos en el extranjero enfrentan desafíos similares, y debemos ser empáticos y solidarios. Fomentemos una cultura de respeto y cuidado, tratando a los demás como nos gustaría ser tratados.