Visitar esta ciudad siempre es una experiencia fascinante! Esta vez, la razón fue muy especial: asistí a la sorpresa que preparó el novio de mi hija menor al proponerle matrimonio. El escenario elegido fueun encantador viñedo en el valle de Napa, donde pasamos un rato inolvidable.
Esta es mi tercera visita a San Francisco. La primera fue en 1990, cuando asistí a un congreso sobre el sida. En aquel entonces, me sorprendió ver por primera vez una marcha gay; todo el mundo se deseaba un “Happy Gay Day”, ¡fue realmente impactante! Recuerdo especialmente el alegre barrio de Castro, donde más del 90% de los residentes son parte de la comunidad LGBTQ+ o familias monoparentales.
Una parada obligatoria es el barrio chino, el más grande del mundo fuera de China. Allí disfrutamos desde deliciosos dim sum hasta el clásico pato pekinés. También noté ciertas áreas la cantidad de personas “home less”, coches eléctricos sin chofer que recorrían las calles y muchas jóvenes luciendo flores en el pelo (como dice la canción).
Alrededor de la bahía se encuentran algunos de los restaurantes de mariscos más emblemáticos. También está la famosa isla de Alcatraz, donde estuvo encarcelado Al Capone, y el estadio de béisbol. ¡Qué emoción ver la estatua de Juan Marichal a la entrada, y recordar las velas que de niño encendía a la virgen de la Altagracia antes de cada uno de sus partidos! (¡Uau!)
En Napa, visitamos un castillo de estilo medieval rodeado de viñedos y árboles de olivo. A la entrada, había una pintura de un señor feudal y su esposa.
Mi nieto de cinco años, muy serio, me preguntó: “¿Abuelo, tú los conoces? ¡Dile que nos lleven a ver a los dragones!” Allí, degustamos vinos que, según nuestros guías, han mejorado con los años debido a los incendios y al cambio climático.
Al regresar de Napa, todos alegres y medio borrachos, excepto nuestro conductor designado, que estaba atento a un coche de policía que zigzagueaba por la carretera para asegurar que los conductores no lo rebasaran ni se excedieran en velocidad.
Hicimos una parada bajo el icónico puente Golden Gate para tomar fotos en familia. Mi hija Annabelle lucía radiante con su nuevo anillo de diamantes, ya planificando dónde será la boda. Aunque San Francisco es una ciudad cara, definitivamente vale la pena visitarla.