Cada 21 de enero, observo cómo muchos dominicanos y extranjeros, incluyendo a nuestros vecinos haitianos, se embarcan en un peregrinaje hacia la Basílica de la Altagracia en Higüey. Al parecer, la gente busca favores o expresa gratitud por supuestos milagros. Sin embargo, este año Ana, “la Sra. del servicio”, nos informó que no participará debido a su nueva afiliación religiosa, que aparentemente prohíbe estas prácticas.
-Personalmente, he dejado de adorar imágenes y de hacer plegarias a entidades divinas para conseguir mi apartamento o ganarme la lotería-. Ahora mis peticiones van directas “al jefe”, sin intermediarios. Según mi pastor, hay dudas razonables sobre la autenticidad de que un cuadro traído de España fuese responsable del milagro para curar una niña luego de aparecer encaramado en una “mata de chinas”.
Veo todo esto como un cuento mitológico que se ha convertido en un lucrativo negocio para los “padres”. Además, contradice los principios bíblicos. La Biblia sugiere que María, aunque es descrita como una mujer común, con sana y fuerte inclinación espiritual, era imperfecta. Por esta razón, al nacer Jesús, tuvo que presentar una ofrenda para su purificación (Lucas 2:21–24
Ahora bien, ¿puede ella interceder entre Dios y los hombres? La Primera carta a Timoteo 2:5, 6 señala: “Porque hay un solo Dios, y hay un solo mediador entre Dios y los hombres: su nombre es Cristo Jesús, que se entregó como rescate correspondiente por todos. Así que adorar a María, llamarle Madre de Dios, rezarle, o pedirle su intercesión no son enseñanzas bíblicas.
Vale recordar que José no era el padre biológico, ya que María fue fecundada por una paloma. Aunque en la biblia se citan los nombres de sus otros hijos, los católicos insisten en que fue siempre virgen, “madre soltera” según leyes judías ya que nunca consumó el matrimonio.
Considero que es importante cuestionar estas prácticas que van en contra de la esencia de la fe. Además, las creencias sobre la virginidad perpetua de María y festividades alejadas de nuestra realidad son mantenidas gracias a acuerdos como el concordato.
Al igual que Ana, espero que legisladores sensatos, encuentren razones para quedarse en casa y reflexionar sobre estas prácticas y reducir el número anual de celebraciones católicas que, desde mi punto de vista, carecen de fundamento lógico.