No sé si a ustedes les pasa, pero el tiempo parece haber transcurrido de forma muy diferente en mi niñez y adolescencia. Los meses antes de la Navidad parecían una eternidad, ¡solo diciembre volaba!.
En las décadas de los 60 y 70, mi familia —papá, mamá, tres hermanos, nuestra perra Laica y Julia (la que ayudaba en casa)— celebraba la Navidad siguiendo tradiciones que, afortunadamente, aún se mantienen.
Las tres grandes celebraciones eran Nochebuena, Año Nuevo y Reyes. Cuando llegaba la brisa navideña, era el momento perfecto para ponerte tu abrigo de cuello de tortuga.
La música navideña en la radio Guarachita: los merengues de Guadualito y esa música de amargue que algunos llamaban “bachata”. En 1982, «Cima Sabor Navideño» llegó para llevar esta tradición a otro nivel.
El 1 de diciembre, empezábamos la decoración instalando el arbolito y el nacimiento. Los charamicos comenzaron a aparecer a principios de los 70, en la avenida Fabre Geffrard (en honor a un presidente haitiano) luego rebautizada como Abraham Lincoln. ¡Los bombillitos de colores eran la sensación! Y ni hablar de los fuegos artificiales que comenzaban a mediados de diciembre y culminaban el 31; esos años me dejaron más de una quemadura en las manos.
La Nochebuena era una cena opípara en la que participaba toda la familia. Mi mamá, Elena, y Julia se encargaban de la cocina, mientras que yo tenía la importante tarea de hacer la fila en la “panadería Nota” para conseguir una telera.
El menú era un festín: ensalada rusa, pastelón de berenjenas, moro de guandules, pavo horneado, pierna de cerdo asada, pastel en hojas y un postre dulce de coco con batata. ¡Y las pasas, las uvas, los coquitos y gomitas completaban la cena!
Papá compraba: una media botella de ron Bermúdez, un anís Del Mono, un vino Caballo Blanco y un ponche Crema de Oro.
Cada año, tradicionalmente, emborrachaban a Julia y la invitaban a pararse en un solo pie en la esquina, ¡y ella cumplía religiosamente! A medianoche, a veces asistíamos a la misa del gallo o nos uníamos a alguna comparsa de aguinaldo.
Al día siguiente, recalentábamos las sobras y, en ocasiones, estrenábamos una camisa o pantalón con colores navideños: rojo, verde.
Las festividades no terminaban el 25 de diciembre; ¡la celebración continúa hasta el Día de Reyes el 6 de enero.