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Channel: Ernesto Guerrero – El Nacional
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Batalla cultural

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Mientras algunos de mis amigos setenteros, alardean con la idea de empuñar las armas para enfrentarse a la invasión haitiana y su influencia en nuestra cultura, yo estoy librando una batalla mucho más cercana y personal.

Me enfrento a tres nietos—en un esfuerzo por mantener vivo el español en nuestras conversaciones y asegurar que el mangú con salami y el arroz con habichuelas sigan siendo los favoritos en la mesa.

Con los padres ocupados trabajando, el cuidado de los niños en un kindergarten o con una niñera es carísimo. José Ernesto, de 8 años; Adrián 5; y Nicolás 2, son verdaderos torbellinos y cuando nos toca cuidarlos en Houston, donde vive mi hija mayor, me doy cuenta lo valiosa que fue Ana, la “nana” que estuvo con nuestra familia durante más de 20 años.

 La guerra empieza en las mañanas cuando se preparan para ir a la escuela. Adrián, en particular, es un pequeño perfeccionista con su ropa y comida.

No quiere eso, no le gusta aquello. También hay que tener mucho cuidado al cortar el pan, ¡porque un pequeño error puede desencadenar un berrinche monumental! A pesar de todos nuestros esfuerzos y consejos, salir a tiempo siempre parece una odisea.

El perro, una mezcla entre Golden y Poodle, es el único increíblemente dócil. Aunque, honestamente, me sorprende que, a pesar de no estar castrado, no muestra el menor interés en aparearse.

Quizá es por la costumbre local de llevarlo al veterinario para que le expriman las glándulas alrededor del ano—una práctica realmente curiosa.

Como buenos abuelos, respetamos las decisiones de crianza de los padres, así que elevar la voz o amenazar con la correa o la chancleta está fuera de discusión (¡no queremos traumatizar a los niños!).

En cuanto a la comida, hay mucho control: lo que sobra se guarda en un tapeware, se coloca ordenadamente en el refrigerador y, después de unos días, se tira.

Nicolás es un eterno admirador de la abuela y siempre quiere estar cargado. La vaca Lola, la gallina Turuleca y el lorito Pepe son las canciones que tarareamos durante todo el día. Y, aunque creo que los haitianitos nacidos aquí pronto olvidarán la cultura de sus padres y se sentirán como dominicanos, me alegra saber que, mientras tanto, estoy contribuyendo a que mis descendientes sigan apreciando nuestras tradiciones.


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